En un granero donde me encerraron a los doce años conocí el mundo, ilustré la comedia humana. En una despensa aprendí la historia. De noche en ciertas fiestas en una ciudad del Norte, encontré todas las mujeres de los antiguos pintores. En un viejo pasaje de París me enseñaron las ciencias clásicas. En una magnífica propiedad rodeada por el Oriente entero, terminé mi obra inmensa y pasé mi ilustre retiro. Agité mi sangre. Mi deber me es relevado. Ya no hay ni que soñar con eso. Soy realmente de ultratumba y no hay encargos.
Arthur Rimbaud (1854-1891)
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