martes, 29 de junio de 2010
El futuro
Denme mi noche perdida,
mi cuarto de espejos, mi vida secreta.
Aquí estamos solos
y no hay nadie a quien torturar.
Denme un control absoluto
sobre cada alma viviente,
y acuéstate a mi lado, amor,
¡es una orden!
Denme crak y coito anal,
cojan el único árbol que queda
y métanlo en el hoyo
de vuestra cultura.
Denme el Muro de Berlin,
denme Estálin y San Pablo,
hermano, yo he visto el futuro,
es homocidio.
Las cosas irán en todas direcciones,
y no quedará nada,
nada que puedan medir.
La bruma del mundo
ha pasado el umbral
y ha transgredido
el orden del alma.
Cuando dicen, Arrepiéntete...
¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete!
Me pregunto de qué hablan.
Ustedes en realidad no me conocen,
no me pueden conocer,
nunca me han conocido.
Yo soy el pequeño judío
que escribió la biblia.
Yo he visto las naciones elevarse y caer,
yo conozco la historia, todas las historias,
pero el amor es el único mecanismo de sobrevivencia.
A vuestro servidor, aquí presente, le aconsejaron
decirlo claramente, fríamente,
se acabó, ya no se puede
ir más lejos.
Y ahora los engranajes del cielo se atascan,
se siente la llegada de Satán.
Prepárense para el futuro,
es homicidio.
Las cosas irán en todas direcciones,
el viejo código occidental
se derrumba.
La vida pribada volará en pedazos,
habrá fantasmas,
fuegos en la ruta,
y el hombre blanco que baila.
Verán a su mujer
colgada cabeza abajo,
el rostro cubierto por la falda que cuelga,
y una manada de poetas piojosos,
alrededor,
tratando de imitar a Charlie Manson.
Denme el Muro de Berlín,
denme Estálin y San Pablo,
denme Cristo o Hirochima.
Y otro feto a destruir,
ya no queremos a los niños,
yo vi el futuro, amor,
es homicidio.
Las cosas irán en todas direcciones,
y no quedará nada.
Nada que puedan medir.
La bruma del mundo
ha pasado el umbral
y ha transgredido
el orden del alma.
Cuando dicen, Arrepiéntete...
¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete!
Me pregunto de qué hablan.
Leonard Cohen (1992)
Aleluya
Ahora, soy duro, era un pacto secreto,
tocaba David y al Señor le encantaba.
Pero a ti no te importa la música, ¿no?
Mira ésto: la cuarta, la quinta,
la menor que baja, la mayor que sube,
el Rey derrotado compone Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Tu fe era firme, pero querías pruebas.
La viste bañarse sobre la terraza,
te venció su belleza y el claro de luna.
Ella te ató a una silla de cocina,
derribó tu trono y te cortó el cabello,
y de tu boca arrancó un Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Dijiste que dije el nombre en vano,
igual yo no conocía el nombre.
Pero si lo sabía, bueno, ¿qué?
Hay un estallido de luz en cada palabra,
y no es importante si has oído
el sagrado o el quebrado Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Hice lo que pude, aunque no mucho.
No podía sentir y traté de tocar.
Te digo la verdad, no te estoy engañando.
Incluso si todo salió mal,
cuando esté ante el Señor de la Canción,
sólo tendré en la lengua un Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Cariño, yo ya estuve en este sitio,
conocí ya este cuarto, ya recorrí este suelo.
Vivía solo antes de conocerte.
Vi tu bandera sobre el arco de mármol.
El amor no es una marcha triunfal,
es un frío y quebrado Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Hubo una época en que me decías
lo que pasaba realmente aquí abajo,
pero ya no me dices nunca nada.
Cuando en ti me movía, me acuerdo,
la paloma sagrada se movía también,
y cada aliento exhalado era un Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Tal vez haya un Dios allá arriba,
pero si algo aprendí del amor
fue a tirar sobre aquel que te ofende.
Y lo que oyen no es una protesta
ni un peregrino que viera la luz,
es un frío y quebrado Aleluya.
¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Leonard Cohen (1985)
lunes, 28 de junio de 2010
Poema [II]
Emily Brontë
Como yo, solitario, solo,
Contempla la luz del sol
Brillar a lo largo del día,
Y como yo, en su penar
Infinito se queja.
Nuestros rezos, iguales,
A las colinas se dirigen,
A la tierra de virtuosas colinas,
Al océano azul del firmamento.
¿Qué pedimos?
Ser libres de corazón.
Si yo pudiera deshacer los lazos,
Seguiría su vuelo contenta,
Sin lamentarme ni arrepentirme
Por no ver su ojo ardiente nunca más.
Pero incluso si él
Languidece a estas horas,
Y si en cautividad aún se debate,
Mañana, los dos, volaremos, al fin
Libres de lo que somos por la eternidad.
Emily Brontë (1836-1846)
Como yo, solitario, solo,
Contempla la luz del sol
Brillar a lo largo del día,
Y como yo, en su penar
Infinito se queja.
Nuestros rezos, iguales,
A las colinas se dirigen,
A la tierra de virtuosas colinas,
Al océano azul del firmamento.
¿Qué pedimos?
Ser libres de corazón.
Si yo pudiera deshacer los lazos,
Seguiría su vuelo contenta,
Sin lamentarme ni arrepentirme
Por no ver su ojo ardiente nunca más.
Pero incluso si él
Languidece a estas horas,
Y si en cautividad aún se debate,
Mañana, los dos, volaremos, al fin
Libres de lo que somos por la eternidad.
Emily Brontë (1836-1846)
sábado, 19 de junio de 2010
Residencia en la tierra
Pablo Neruda Alberto Rojas Jiménez
Alberto Rojas Jiménez
viene volando
Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
Alberto Rojas Jiménez
viene volando
Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
vienes volando.
Bajo las tumbas, bajo las cenizas,
bajo los caracoles congelados,
bajo las últimas aguas terrestres,
vienes volando.
Más abajo, entre niñas sumergidas,
y plantas ciegas y pescados rotos,
más abajo, entre nubes otra vez,
vienes volando.
Más allá de la sangre y de los huesos,
más allá del pan, más allá del vino,
más allá del fuego,
vienes volando.
Más allá del vinagre y de la muerte,
entre putrefacciones y violetas,
con tu celeste voz y tus zapatos húmedos,
vienes volando.
Sobre diputaciones y farmacias,
y ruedas, y ahogados, y navíos,
y dientes rojos recién arrancados,
vienes volando.
Sobre ciudades de tejado hundido
en que grandes mujeres se destrenzan
con anchas manos y peines perdidos,
vienes volando.
Junto a bodegas donde el vino crece
con tibias manos turbias, en silencio,
con lentas manos de madera roja,
vienes volando.
Entre aviadores desaparecidos,
al lado de canales y de sombras,
al lado de azucenas enterradas,
vienes volando.
Entre botellas de color amargo,
entre anillos de anís y desventura,
levantando las manos y llorando,
vienes volando.
Sobre dentistas y congregaciones,
sobre cines, y túneles, y orejas,
con traje nuevo y ojos extinguidos,
vienes volando.
Sobre tu cementerio sin paredes
donde los marineros se extravían,
mientras la lluvia de tu muerte cae.
vienes volando.
Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
vienes volando.
Sobre las piedras en que te derrites,
corriendo, invierno abajo, tiempo abajo,
mientras tu corazón desciende en gotas,
vienes volando.
No estás allí, rodeado de cemento,
y negros corazones de notarios,
y endurecidos huesos de jinetes:
vienes volando.
Oh amapola marina, oh deudo mío,
oh guitarrero vestido de abejas,
no es verdad tanta sombra en tus cabellos:
vienes volando.
No es verdad tanta sombra persiguiéndote,
no es verdad tantas golondrinas muertas,
tanta región oscura con lamentos:
vienes volando.
El viento negro de Valparaíso
abre sus alas de carbón y espuma
para barrer el cielo donde pasas:
vienes volando.
Hay vapores, y un frío de mar muerto,
y silbatos, y meses, y un olor
de mañana lloviendo y peces sucios:
vienes volando.
Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro,
y nadie, y nada, sino una escalera
de peldaños quebrados, y un paraguas:
vienes volando.
Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo
venir volando bajo el mar sin nadie,
bajo el mar que me habita, oscurecido:
vienes volando.
Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
vienes volando.
Vienes volando, solo, solitario,
solo entre muertos, para siempre solo,
vienes volando sin sombra y sin nombre,
sin azúcar, sin boca, sin rosales,
vienes volando.
Pablo Neruda (1925-1935)
vienes volando.
Sobre ciudades de tejado hundido
en que grandes mujeres se destrenzan
con anchas manos y peines perdidos,
vienes volando.
Junto a bodegas donde el vino crece
con tibias manos turbias, en silencio,
con lentas manos de madera roja,
vienes volando.
Entre aviadores desaparecidos,
al lado de canales y de sombras,
al lado de azucenas enterradas,
vienes volando.
Entre botellas de color amargo,
entre anillos de anís y desventura,
levantando las manos y llorando,
vienes volando.
Sobre dentistas y congregaciones,
sobre cines, y túneles, y orejas,
con traje nuevo y ojos extinguidos,
vienes volando.
Sobre tu cementerio sin paredes
donde los marineros se extravían,
mientras la lluvia de tu muerte cae.
vienes volando.
Mientras la lluvia de tus dedos cae,
mientras la lluvia de tus huesos cae,
mientras tu médula y tu risa caen,
vienes volando.
Sobre las piedras en que te derrites,
corriendo, invierno abajo, tiempo abajo,
mientras tu corazón desciende en gotas,
vienes volando.
No estás allí, rodeado de cemento,
y negros corazones de notarios,
y endurecidos huesos de jinetes:
vienes volando.
Oh amapola marina, oh deudo mío,
oh guitarrero vestido de abejas,
no es verdad tanta sombra en tus cabellos:
vienes volando.
No es verdad tanta sombra persiguiéndote,
no es verdad tantas golondrinas muertas,
tanta región oscura con lamentos:
vienes volando.
El viento negro de Valparaíso
abre sus alas de carbón y espuma
para barrer el cielo donde pasas:
vienes volando.
Hay vapores, y un frío de mar muerto,
y silbatos, y meses, y un olor
de mañana lloviendo y peces sucios:
vienes volando.
Hay ron, tú y yo, y mi alma donde lloro,
y nadie, y nada, sino una escalera
de peldaños quebrados, y un paraguas:
vienes volando.
Allí está el mar. Bajo de noche y te oigo
venir volando bajo el mar sin nadie,
bajo el mar que me habita, oscurecido:
vienes volando.
Oigo tus alas y tu lento vuelo,
y el agua de los muertos me golpea
como palomas ciegas y mojadas:
vienes volando.
Vienes volando, solo, solitario,
solo entre muertos, para siempre solo,
vienes volando sin sombra y sin nombre,
sin azúcar, sin boca, sin rosales,
vienes volando.
Pablo Neruda (1925-1935)
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