Stéphanie Granger
0000000000000000000
(Fragmento)
Creo que no ha cumplido los veinte años,
podría ser la hija que no tuve
de ese amor olvidado de mi juventud.
Pero es una mujer, aunque conserva
la gracia torpe de una adolescente,
la risa y el aroma de la infancia.
Es diminuta y tierna como un pájaro,
un pequeño gorrión de ojos oblicuos
que se prepara a remontar el vuelo.
Pero es una mujer y ella lo sabe
y las lágrimas brillan en sus ojos
sin motivo aparente, sin motivo.
¿Voy a decirle qué es la soledad
y que nadie posee a nadie nunca?
*
Otra vez el amor sin esperanzas,
sólo que ya no hay llanto ni reproches.
¿A quién podría culpar?
Contempla la nieve que arde
y baila con el sol solo en el cielo.
Es bueno hacer el amor
y es bueno desnudarse totalmente.
¿Pero cómo pedir
si hemos venido al mundo para dar?
No te canses de observar la vía abrupta,
el sendero escarpado
que lleva hasta la cumbre.
Ni de seguir el rastro del tigre real
que conoce el camino.
*
Hoy volverá a llover, pero el verano
no ha querido batirse en retirada,
a pesar de la fiebre y las heridas.
Hoy no vendrá el correo, pero he visto
brillar tus ojos de ágata en la noche,
tu puñito cerrado sobre el lápiz.
Hoy no será mañana, pero hoy
es el único día en que me encuentro
con la sorpresa de saber que te amo.
Hoy no vendrá el correo y lloverá,
y no porque es domingo, simplemente
porque las cosas son así de simples.
Y porque hoy por hoy la tierra gira,
la luna, las estrellas, las galaxias.
*
No podría pensar menos en ti,
debería pensar menos, sin duda,
pero no es fácil encontrar trabajo
y el amor necesita un cuarto propio.
Vivimos en un mundo de ilusiones
y algunas son realmente imprescindibles :
la comida, la ropa, que se yo,
criar los hijos, si los hay, la muerte.
Claro, el dinero no hace la felicidad,
y el dharma del amor, que es oro puro,
no se compra ni vende a ningún precio.
Sí, después del verano es el otoño,
cada día el primer día del mundo,
y cada instante nuestra muerte próxima.
*
He perdido tu rostro tantas veces
y tantas veces lo he recuperado,
que ya no se si eres tú o yo
la que lo hace surgir en mi memoria.
Un gesto, una sonrisa, una mirada,
me devuelven tu rostro tal cual es,
inconfundible en su belleza frágil,
en la gracia infantil de su diseño.
El amor tiene pecas y unos ojos
que brillan como el sol a mediodía,
y tiene labios suaves como el vino
que me quema los labios cada noche.
¿Cómo voy a perderte aunque quisiera
cuando aun sin quererlo te recobro?
Gabriel Rojo (1987)
miércoles, 19 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario